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Lleva más de 60 años abandonado: el pueblo de Zaragoza que triunfa entre los peregrinos


Lleva más de 60 años abandonado: el pueblo de Zaragoza que triunfa entre los peregrinos

El rito y la aventura que suponen el Camino de Santiago llevan cada año a cientos de peregrinos a lanzarse ante esa corriente para llegar a el destino final que supone Santiago de Compostela y cambiar para mejor. Por supuesto, durante las diferentes rutas que ofrece el itinerario, se encuentran un sinfín de municipios que ocultan joyas arquitectónicas, pero, sobre todo, esconden la historia y los ecos de un pasado que quizás fue mejor.
Tal es el caso del pueblo zaragozano de Ruesta, que ya es un fenómeno entre los peregrinos que atraviesan cada año el Camino de Santiago Francés. Entre sus cimientos destacan los rastros de una población que tuvo que abandonar el municipio en 1962 a causa de la inundación de sus tierras de cultivo y, por supuesto, también se constatan los restos de su imponente castillo.

Sin embargo, a pesar de llevar más de 60 años abandonado, Ruesta todavía cuenta con disponibilidad de alojamiento para los peregrinos y, a través de su historia, el municipio deja claro que todavía tiene mucho que contar y ofrecer al mundo. Esta es la leyenda de Ruesta, el pueblo abandonado en la provincia de Zaragoza.

Asentado alrededor de un castillo de origen musulmán, y refundado por los primeros aragoneses, el municipio de Ruesta se formó en el siglo XI al pairo del Camino de Santiago. En ese momento, los reinos de Aragón y Pamplona se habían separado y el Canal de Berdún se había sumergido en un estado permanente de guerra.

Durante siglos, Ruesta contó con una posición geográfica privilegiada, que le permitió evitar varios conflictos bélicos y subsistir de manera consistente con su economía agrícola. Todo parecía ser próspero en Ruesta, hasta que llegó la debacle de la localidad en los años 60.

La corriente desarrollista de la época decidió elegir a Ruesta como el pueblo elegido para albergar la construcción del embalse de Yesa, en el valle del río Aragón, lo cual provocó que el río se desviara y se inundaran las tierras. Por ello, la gente se marchó, las casas se cerraron para siempre y la flora y fauna empezó a inundar la zona.

A pesar de los efectos colaterales de este desafortunado evento, el castillo de Ruesta sigue manteniéndose imponente entre las ruinas del pueblo. Se trata de una fortificación compuesta por dos torres unidas por un alto lienzo de muralla, más otra torre ya muy derruida, todas protegidas por un cerco amurallado del que solo uno de los lados queda en pie.

A su vez, a unos 800 metros de distancia del núcleo urbano, destaca la ermita de Santiago de Ruesta, antiguamente conocida como el priorato de Santiago y catalogada como una de las tres construcciones románicas aragonesas más antiguas que todavía se conservan en pie; junto a San Caprasio de Santa Cruz de la Serós (Jaca) y Santa María de Iguácel (Castiello de Jaca).

Ambas edificaciones de Ruesta se pueden seguir visitando a día de hoy, por lo que no puedes dejar pasar la oportunidad si buscas saber más sobre el pasado del pueblo.

EL ALBERGUE DE RUESTA PARA PEREGRINOS

No obstante, una de las grandes claves de la popularidad de Ruesta radica en su albergue, fundado en 1993 y el cual da alojamiento a peregrinos y viajeros como el único edificio habitable en la zona. El albergue de Ruesta está distribuido en dos edificios rehabilitados.

El primero es Casa Valentín, que cuenta con 18 plazas en cuatro dormitorios y se encuentra abierto todo el año. Mientras que el segundo es Casa Alfonso, que es el más grande de los dos y se distribuye en 34 plazas divididas en nueve dormitorios. Sin embargo, la pega es que el edificio de Casa Alfonso solo está abierto en temporada alta.

El albergue de Ruesta también cuenta con un servicio de Bar-Restaurante, disponible desde las 09.00 hasta las 23.00 horas y con una propuesta de menú a un precio de 14 euros entre semana y 16 euros en fin de semana. Eso sí, es necesario hacer reserva previa.

Otras ventajas que ofrece este albergue son servicios de taquillas individuales con llave, resguardos para bicicletas y posibilidades de acampar en la cercanía sin necesidad de dormir en una habitación. Asimismo, por un pequeño precio extra, los peregrinos también pueden recibir sábanas, toallas y admisión de mascotas si es que vienen acompañados por algún amigo peludo.

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