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La salvaguarda del Camino de Santiago. Órdenes militares


La salvaguarda del Camino de Santiago. Órdenes militares

Desde los primeros tiempos de la peregrinación, la protección de los caminos que se dirigían a Santiago fue una preocupación constante de las autoridades en los lugares de paso. El ‘Liber Sancti Jacobi’ describe la «existencia de salteadores y de hombres malos y viciosos»; y el aragonés Jerónimo Zurita, en ‘Anales de la Corona de Aragón’, manifiesta que se hacían «robos e insultos en el Pirineo y en la tierra llana», por lo que todos los núcleos incluyeron en sus ordenanzas normas para perseguir a los ladrones.

En paralelo a esa manifestación medieval surgieron las órdenes militares, aunque en principio no tenían precisamente esa función, pero sí fueron un apoyo significativo en la seguridad de los peregrinos.

El origen de las órdenes militares data de la irrupción de los selyúcidas (turcos) en la Ciudad Santa (Jerusalén, 1076) y la reacción de los cristianos para su recuperación y la expulsión de los infieles. Ese impulso rápido y masivo fue denominado como «Guerra Santa» y consiguió reunir a cuantiosos ejércitos occidentales en la lucha contra los musulmanes. Tras la caída de Antioquía a favor de los turcos (1084), los cristianos volvieron a tomarla (1098) y reconquistaron asimismo la Ciudad Santa (1099), fecha de constitución del ‘Reino Latino de Jerusalén’.

Rememoramos que en el siglo X era habitual el peregrinaje a Roma, Jerusalén y Santiago, de tal suerte que muchos peregrinos romanos derivaron hacia los otros destinos con incremento de hospitales y albergues. Varias órdenes militares se constituyeron entre los siglos XI y XIV, mas las de mayor incidencia en el Camino del Valle Medio del Ebro fueron las de San Juan de Jerusalén y el Temple, fundadas en los siglos XI y XII.

Unos mercaderes de Amalfi (Campania, Italia) erigieron un hospital a mediados del siglo XI en Jerusalén para atender a los peregrinos y un monasterio benedictino, vecino de la iglesia del Santo Sepulcro bajo la advocación de san Juan Bautista. En ese contexto la comunidad se convirtió en una orden militar, la Orden de San Juan de Jerusalén, que dejó al margen a los benedictinos y siguió la regla de Raimundo de Podio, inspirada en la de San Agustín. La orden fue confirmada en 1120.

La Orden del Templo (en francés Temple) surgió a iniciativa de Hugo de Payens y el seguimiento de un grupo de caballeros hacia el año 1118 con el propósito de apoyar a los peregrinos que iban a Jerusalén. El rey Balduino II, al observar las necesidades de los ‘Pobres Caballeros de Cristo’, les cedió una parte de su palacio, antaño Templo de Salomón, y de ahí el nombre de la Orden de los Caballeros Templarios. Seguía la regla de los agustinos y fue confirmada oficialmente en 1128.

Las dos órdenes fueron apoyadas por los monarcas y los pontífices del mundo occidental y, en el caso de la península ibérica, los últimos confirieron a la Reconquista la categoría de ‘Cruzada’. De hecho, en Aragón, el propio Alfonso I el Batallador otorgó concesiones en tierras y fortalezas a dichas órdenes, como por ejemplo en Mallén, Belchite y Monreal, según los ‘Anales’ de Zurita.

Traemos a la memoria el hecho de que en 1131 el rey de Aragón Alfonso I redactó su testamento a favor de las órdenes del Hospital de Jerusalén, el Temple y el Santo Sepulcro. Ese gesto del monarca era contrario a la tradición patrimonial navarro-aragonesa, al ‘usus terrae’ (usos de la tierra) y a los intereses de la nobleza de Aragón. Al final, el litigio se resolvió con acuerdo por ambas partes en 1137. Las órdenes reconocieron el gobierno del Reino de Aragón a doña Petronila y Ramón Berenguer IV y aquellas eran recompensadas con bienes. La curia romana lo aprobó en 1158.

La Orden de los Hospitalarios continuó con su tarea humanitaria de ayuda a los enfermos, sin obviar la creación y el mantenimiento de hospitales en los caminos que conducían a Santiago. Algo parecido ocurrió con la Orden Templaria, orientada fundamentalmente hacia los menesterosos, los pobres más necesitados. La Orden del Santo Sepulcro obtuvo el derecho a construir conventos.

La distribución geográfica en Aragón de las citadas órdenes deja claro el predominio de la del Hospital, con sede en la Zuda (Zaragoza) desde 1180 y encomiendas en Zaragoza, Huesca, Calatayud, Remolinos, Barbastro, Aliaga, Sigena, etcétera; mientras que la del Temple tuvo su sede en la calle homónima, parroquia de San Felipe de Zaragoza en 1162, con encomiendas en las capitales aragonesas, Calatayud, Monzón y tal. Esta orden se extinguió en 1137 y sus bienes pasaron a la anterior, de modo que su poder aumentó de manera considerable.

En síntesis, las órdenes militares no solo cumplieron su misión de atención hospitalaria y de alojamiento de los peregrinos en conventos y monasterios, sino que además aportaron mayor seguridad, lo que incrementó el fenómeno de la peregrinación.

José Garrido Palacios. Escritor.

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