Lo antiguo es nuevo

pues lo que es no se ve
Una gran dificultad, de entrada, para entender lo anterior (hay algunas dificultades más), se fundamenta en la imagen tópica y especialmente peyorativa, en el fondo fatuamente orgullosa, que el hombre actual se ha forjado del hombre antiguo.
Cuando pensamos en el peregrino antiguo, enseguida nos representamos a un miserable e iluso hombrecillo medieval que, entre supersticiones bobaliconas y escrófulas sanguinolientas, con mucha suciedad y mucha hambre, se dirige a la casa del Señor Santiago para que el santo Apóstol le cure sus llagas y le satisfaga el hambre.
¿Quién puede ponerse hoy en esa situación? El peregrino actual, (tú que haces planes para recorrer el Camino) ya no es de baja estofa; se siente incapaz de pasar un día de caminata sin ducharse al final; calcula minuciosamente la adecuada y equilibrada aportación a su organismo de calorías, proteínas y complejos vitamínicos; cambia diariamente sus calcetines y su ropa interior y lleva en su mochila la tarjeta de crédito. Este hombre ¿puede tener algo en común con el crédulo y sucio peregrino medieval? Este hombre moderno parece no creerse aquello que motiva al hombre medieval y lo ponía en el Camino.
Y sin embargo, salimos una y otra vez al Camino buscando aquello que él tiene y que, de vez en cuando, se vislumbra. Vamos, volvemos al Camino, porque percibes en él algo tan intangible a veces, que ni sabes contar. Hay mucha gente que no se entera de nada, pero mucha otra gente sí. Deslumbra comprobar que todos parecemos descubrir la misma realidad, aunque cada uno la exprese con distintos, y a veces contrarios, nombres: el Camino es más de lo que ves. El Camino constituye un espacio simbólico. Esta es la clave del Camino.
Decir simbólico es decir que lo auténticamente real es lo no tangible, lo no real. Quizás no exista mayor diferencia de mentalidad entre el hombre antiguo (sagrado) y el hombre moderno (profano) que el distinto concepto que ambos tienen sobre lo real. Para nosotros hoy la realidad es lo que palpamos, vemos, analizamos, aparece a los sentidos. Para el hombre sagrado eso precisamente es lo no real. Lo real es lo que constitutivamente permanece siempre inalterable. Lo observable no real. El románico parece estar anunciándolo siempre: lo que ves es lo que no es, pues lo que es no se ve. Esto es el símbolo. Por aquí comienza nuesta búsqueda. Esta es la raíz.