Las peregrinaciones a distintos santuarios y en especial a la tumba del Apóstol Santiago se han convertido en un fenómeno social muy en boga a finales del siglo XX y principios del XXI.
El Camino de la Santa Cruz está basado en el camino que siguió Fray Francisco de la Cruz en su peregrinación con una pesada cruz a cuestas a Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela durante los años 1643-1646, siendo anciano y alimentándose de pan y agua solo una vez al día.
La Santa Cruz y la tumba de Fray Francisco de la Cruz en La Alberca de Záncara (Cuenca), ya fueron lugares de peregrinación muy concurridos en el siglo XVII, acudiendo gentes de todas partes atraídas por las reliquias que en el convento de Santa Ana se conservaban, por las indulgencias que allí se podían ganar y por la fama de los milagros que se estaban produciendo.
Durante su peregrinación Fray Francisco consiguió para su convento numerosas e importantes reliquias como dos astillas del Lignum Crucis (hoy desaparecidas, pero que la tradición popular las sitúa incrustadas en la propia Cruz que llevó a cuestas y que se sigue conservando con gran devoción), numerosos huesos de santos, una carta de Santa Teresa, etc.
EL Papa, Inocencio X, le concedió un Jubileo en el día de la Santísima Trinidad para el Altar de Nuestra Señora de la Fe, y otro en el altar de Nuestra Señora del Socorro en el día en que se celebra su fiesta, ambos para el convento de Santa Ana de la Alberca. También dejó Fr. Francisco, una buena colección de cartas suyas manuscritas y otras dando fe de sus lugares de paso, que incluso tienen una gota de su propia sangre, desaparecidas hace pocos años (invito a colaborar a todo el que pueda aportar algún dato para su recuperación). Sin duda quería hacer de su convento un lugar de peregrinación.
Se nos presenta así un Camino de Santiago de doble dirección y doble motivación, pudiendo recorrerse tanto para peregrinar a la tumba del Apóstol Santiago como para visitar y venerar La Santa Cruz y los restos de Fray Francisco de la Cruz en La Alberca de Záncara (Cuenca), aunque de momento solo está señalizado en dirección hacia Santiago de Compostela.
Un Camino de escasos desniveles, para ser recorrido sin prisas, a ritmo de otra época, que nos permite vivir una experiencia distinta, lleno de soledades, propicio para la reflexión personal y el encuentro de uno mismo.
Pasa por calzadas y puentes romanos, vías verdes, veredas y cañadas, castillos medievales, pueblos monumentales, comparte tramos de la Ruta de Don Quijote y sus famosos molinos de la Mancha; permite disfrutar de la naturaleza, la gastronomía y la hospitalidad de gentes sencillas y acogedoras, llenas de gran sabiduría, que habitan estos pueblos.