Desde Igüeña parte otra etapa de monte, aunque no tan agreste como la anterior. El Camino avanza y pronto discurre por un robledal empinado; si se presta atención podrán observarse algunas tumbas antropomorfas y las escasas ruinas de lo que fue el monasterio de San Martino, al que la tradición atribuye asistencia al peregrino.
Un poco después se llega al paraje de la Cercenada donde una cruz indicaba el cruce de varios caminos: la Vía Nova con el camino de Asturias y de Igüeña. Hay que prestar atención a las indicaciones para tomar el camino correcto por las pistas agrarias hasta Quintana de Fuseros.
En el valle sorprende la frondosa vegetación y la diversidad de arbolado, que poco a poco, se hace más mediterráneo para anunciar al peregrino la proximidad de El Bierzo. Pinos, robles y acebos dan paso a encinas y madroños que se alternan para acompañar un agradable recorrido hasta la localidad de Labaniego, cuya iglesia está bajo la advocación del apóstol Santiago.