Las murallas de Cádiz rodeaban el casco antiguo de la ciudad, y fueron derribadas, en gran parte, a principios de siglo XX.
La ciudad de Cádiz fue tradicionalmente lugar de asedios y combates. Ante sus murallas se situaron las fuerzas inglesas, holandesas y francesas. Por ello, desde fechas muy tempranas, Cádiz tuvo que ser fortificada, creándose una serie de amurallamientos que dieron a la ciudad una imagen muy caracterÃstica.
En el primitivo núcleo poblacional, el actual barrio del Pópulo, aún se conservan las tres puertas de acceso de sus murallas, los llamados Arcos del Pópulo, de la Rosa y de los Blancos. La ciudad de los siglos XVI, XVII y XVIII también quedó paulatinamente cercada por un potente muro defensivo perimetral que remarcaba aún más el sentido de isla. Pero aún en el siglo XIX, y debido a la invasión francesa, se hizo necesario extender más el perÃmetro amurallado, llevándolo a la zona de Cortadura, murallas que aún existen y que cierran el acceso de la ciudad contemporánea.
La ciudad histórica queda separada del resto por el Frente de Tierra, comúnmente llamado "Puertatierra". Esta parte de las murallas fue la que mayor número de intervenciones y reformas tuvo, quedando su configuración fijada a mediados del siglo XVIII con dos baluartes, llamados de San Roque y Santa Elena, unidos por un lienzo de muralla con la puerta de la ciudad y un pesado torreón defensivo sobre ella. El Frente de Tierra permaneció intacto hasta que en la década de los cuarenta del siglo pasado fue horadado por dos amplios arcos que permitÃan la comunicación viaria con la tercera zona de expansión de la ciudad. Con el mismo sentido se derribó parte del baluarte de San Roque.
Desde este punto la muralla se extendÃa, envolviendo toda la isla gaditana. En la actualidad sobrevive buena parte de ella, tan sólo ha desaparecido el frente portuario del que se mantiene el baluarte de San Carlos (las murallitas de San Carlos) que fue realizado en el año 1784, incluyéndose en su interior cinco manzanas de viviendas particulares, y cuya muralla fue también perforada por sendos arcos que facilitan el tránsito viario. Desde este baluarte arrancaba toda la zona oeste del cinturón amurado, es decir, el frente marÃtimo que protegÃa la entrada al puerto y que estaba constituido por diversos tramos dominados por baluartes, de entre los que destaca el Baluarte de Candelaria.
El último tramo de la muralla es el correspondiente a la parte sur, que recibe el nombre de "Murallas de Vendabal" o Campo del Sur. Si la presencia del mar siempre suponÃa un reto para las obras, esta zona es que la que mayores problemas generó. Tras numerosos derrumbes, su amurallamiento habÃa quedado paralizado a finales del siglo XVII. En 1719 se realizan nuevos intentos que quedan paralizados en 1723, intentándose en 1747 nuevas reparaciones. Pero el gran interés por cerrar esta parte de la isla llegó a raÃz del temporal acaecido en 1765. Fue Tomás Muñoz, en 1788, el encargado de llevar a cabo el proyecto de reconstrucción, que se extendió hasta 1791, abarcando la zona comprendida entre el flanco del Matadero y el flanco de Capuchinos. Su idea era crear una playa artificial tras la cual, un batidero darÃa paso a la muralla. Tomás Muñoz consiguió cerrarla, pero en 1792 ocurrieron nuevos derrumbamientos por la fuerza del mar. Durante el siglo XIX las fracturas continuaron, casi siempre en la misma zona, pero el trazado ya estaba realizado definitivamente.
Durante el siglo XIX fue necesario ampliar el cerco de murallas hasta la entrada del camino que conducÃa a la vecina ciudad de San Fernando. En la actualidad marca el lÃmite urbano de la ciudad, conservándose los baluartes, aunque su interior está ocupado por instalaciones sociales del Ministerio de Defensa.
Se encuentra en estado de ruina. Sólo quedan algunos vestigios.